Me quedé prendida de la lectura, se convirtió en una serie imposible de
postergar… no encontré a la Madame Bovary… sino a la agonizante Addie Bundren de William Faulkner, no había más vida en ellas, eran un cascaron, un ser agonizante monologando desde el exterior, la autora es a veces testigo ausente de las interpretaciones que los varones en su rol de padres, parejas, (a veces padre y pareja) que fríamente se adueñaban tenían de las reinas de la esclavitud estética, eran mercancía, prevalecen como mercancía y son juzgadas como hetairas. Recomendado como compañía reflexiva del confinamiento.