Es crudo, quizás demasiado pero ese es el punto, es realista, con sutiles toques de comedia y una historia impecablemente entramada. El uso del lunfardo se mantiene a lo largo de toda la obra, haciendo que el lector quede inmerso en la atmósfera. Uno puede sentirse en la piel del protagonista, y se involucra sentimentalmente con éste y con la historia gracias a las pormenorizadas descripciones, que jamás se vuelven banales ni pomposas, sino que mantienen una fidelidad estilística y estética difícil de guardar, especialmente tratándose de un relato tan largo.