El director narra lo inenarrable prescindiendo de las palabras o de imagenes explÃcitas. Privilegia otros lenguajes visuales y sonoros para resaltar los contrastes entre esa irrealidad idÃlica, construida por los mismos victimarios y el infierno de sus victimas. Un horror que se cuela, a través de los muros que no dejan ver, pero sà oÃr, oler, sentir e instalarse, entre esas flores abonadas por las cenizas del exterminio, en las pesadillas nocturnas de una de las hijas, en la luz rojiza de las chimeneas y el crepitar constante de los hornos ardiendo noche y dÃa...