Llegué a ella imaginando una literatura cercana a Foster Wallace o Pynchon, y me encontré con una buena novela realista. Sus puntos altos son la buena caracterización de los personajes -permitiendo, a través de sus cambios, que el paso del tiempo en la historia se reafirme sin necesidad de expresarlo directamente- y un esquema narrativo de varios puntos de vista que sirve para que la trama avance con vueltas de tuercas. No me percaté de un uso del lenguaje que convierta al autor en un estilista, y esa es la razón por la que la novela acaba sin erguirse como una obra maestra.