Se trata de una obra policiaca de tono humorístico. No aparecen en ella policías duros, sino sujetos pintorescos del estilo del primer Luis Landero, con lo cual resulta muy graciosa, pues está, como aquél, llena de ingenio. Comparte con el Quijote el amor a los refranes y una técnica con frecuentes detenciones de la narración y la subsiguiente proyección fotograma a fotograma, por hablar en términos cinematográficos, que hacen fluir muy inteligentemente la trama. Alberga colombianismos, pero para este español que suscribe, se entiende toda ella a la perfección. Su lectura ha hecho saltar de mí carcajadas, lo cual es un placer infrecuente. Por toda esa magia le otorgo la máxima puntuación.