Cuento narrado en primera persona. Su relato contiene un cierto aroma a la película basada en la obra de Sylvia Nasar, Una mente maravillosa. Aunque en este caso, Robbie, abandona a las matemáticas en lugar de abrazarlas con la pasión que lo hiciera John Forbes. A cambio, el protagonista navega en un océano de orfandad, más allá de los padres, que resuelve con su Amigo, hasta convertirse en el señor de las muñecas. Robbie, en ausencia de un apoyo como el que tuvo el Dr. Nash en Princeton, naufraga en la consulta de una psicoterapeuta, que lo deja hundirse en el desván de la esquizofrenia.
La intriga se desvanece, cuando prematuramente, la autora ofrece demasiadas pistas acerca del Amigo: “Yo nunca había mirado directamente a mi Amigo (que me lo tenía prohibido)” y en su relato, filtra la relación entre las muñecas encontradas y las niñas desaparecidas. Aun así, el cuento mantiene la intriga hasta el final, con la venta de la casa y el destino de la madre.