El Dios de la Economía, él y el buen Milton Friedman nos miran desde el Olimpo Económico, y discuten animada y respetuosamente, con un buen cognac. Mientras crecemos Friedman, mientras no, Keynes. El mundo de hoy les debe a ellos lo bueno, a sus discípulos torcidos lo malo, a los políticos populistas y lobbystas, lo pésimo.