Aún ando con la protagonista adherida a mis entrañas, pisando fuerte en las últimas imágenes que de ella me han quedado.
Alana tiene un poema eterno entre sus dedos, que va deshilachando a poquitos en cada palabra y silencio de esta novela.
Quisiera poderla abrazar fuerte, poderla abrazar entera, porque sabe llegar a ese tuétano de emociones que te enseñan a vivir el mundo con esa amplitud, que sólo el que ha aprendido alto y claro en qué consiste esto de la vida, te puede transmitir. Gracias Alana.