Onetti convierte en novela corta un suceso real. No me refiero a los hechos sobre los que trata el relato, sino al suceso propiciado por cualquier narrador, que consiste en tomar la atención del interlocutor (o del lector) y guiarle por una suerte de laberinto, el mismo que, por cierto, no puede ser recorrido de una única manera. Además, no todos los pasos dados al interior de ese laberinto tienen por objetivo la resolución. Así, creo que Onetti nos invita a permanecer un poco en el extravío y a considerar que esto mismo -y no la búsqueda del final- es aquello que solemos llamar vida.