Me ha encantado “Mi vida entre manzanas rojas”. Comienzo la reseña así porque es el buen sabor de boca que te dejan las manzanas al terminar de darte el festín… Porque me atrevería a decir que no hay otra manera de leer la novela que simulando un festín de letras, palabras y páginas. Es ese tipo de novelas adictivas, ese tipo de novelas en las que si pasas la primera página no vas a querer separar tus ojos del texto hasta llegar al final. Te atrapa en cada capítulo, en cada diálogo, en cada secreto que ocultan los dos personajes principales, Carlos y Vicky. Te atrapa con sus aromas dulces y deliciosos, pero también con esos silencios, esas sombras que pueblan la vida de Victoria, esos secretos que tan solo vamos vislumbrando poco a poco, como un haz de luz que penetra el umbral de una puerta que se abre lentamente.
El mayor mérito de la novela, a mi modo de ver, es que trata de un tema complicado, duro, violento, injusto, y lo hace desde un realismo claro, sin edulcorarlo de ningún modo. Y, sin embargo, todo lo que rodea a esos hechos está revestido de una sutil elegancia que nos reconforta el alma. No, no es una novela para sufrir en cada página, ni es una novela para compadecerse de la protagonista por haber sufrido lo que ha sufrido. Es una novela para comprender que esa lacra no nos es ajena ni se esconde en frías estadísticas. Esa lacra está ahí y cualquiera puede verse envuelta en ella sin importar su condición, su posición ni su educación.
Obviamente la vida de Victoria está cargada de dolor, pero es un dolor en proceso de descomposición, un dolor a punto de alcanzar su liberación, su superación. El ejercicio que hace la protagonista a lo largo de toda la novela, como una moderna Scherezade que agotase las noches con sus remembranzas poseída por el alma de Proust y sus magdalenas, es en sí una terapia, pero una terapia natural, una terapia que ofrece la vida, el amor y las segundas oportunidades.
Así, la novela transcurre entre los hornos de la pastelería, los dulces olores de las tartas de manzana, los gestos amables de Carlos, sus suaves palabras, las distancias entre ellos, los silencios… Narrada en realidad en tres tiempos nos muestra también a tres mujeres que son la misma, tres fases de un proceso que dejan una puerta abierta a la esperanza… O no. La última de esas mujeres, la Vicky del presente, no deja de ser la suma de las dos primeras, mostrando un personaje que es capaz de evolucionar a lo largo de la novela sin dejar de habitar sus propios fantasmas, sin salir de su mente ni de sus recuerdos.
En fin, solo puedo terminar como comencé: me ha encantado “Mi vida entre manzanas rojas”.