«Cuando el pato de los jeroglíficos os muerde -escribía Rouge, uno de los primeros egiptólogos franceses-, ya nunca más os suelta». Este pato, que sirve para escribir la palabra «hijo», es efectivamente un ave tenaz, que tiene más de cinco milenios, pero cuya juventud ha permanecido inalterable puesto que continúa mordiendo a los amantes del antiguo Egipto y animando su pasión. En el lenguaje jeroglífico, ser mordido no es una frase vana. (Jacq, 2009: 11).