Partí, de adolescente liceano, con La ciudad y los perros, después
La casa Verde, la primera de 1962, la segunda de 1966, y después
seguí sus textos en desorden. Me reí a gritos con Pantaleón y las
visitadoras, Después vinieron El hablador, La orgía perpetua, ensayo
que considero superior a la novela que analiza, Madame Bovary de Flaubert. No hay lector que no se permita su propio ranking.
Después La tía Julia y el escribidor, donde hace un retrato precioso
de la llegada a Lima de Lucho Gatica, ciudad donde le regalan al cantante un cadillac.
Sin olvidar, claro está, Conversación en La Catedral. Todo su teatro, vi
un montaje en Santiago de La señorita de Tacna, conmovedor.
Me gustan menos La guerra del fin del mundo y Elogio de la madrastra.
En fin, un autor que me ha dado horas y horas de felicidad.
mv