Me encanta el personaje de este cuento. Un poco loco en su trance de vomitar conejitos pero llama la atención que esta situación sucede en el diario vivir. No vomitamos conejitos, pero si vomitamos lo que hay en nuestro interior, sentimientos, emociones que a veces causan daño a la mente y si no se logra controlar o sanar, se termina un trágico final.
Me imagino lleno mi apartamento de conejitos, seria un caos.