Un ritmo sencillo, una historia acongojante, sensaciones de pánico, tristeza, pena, risa e incluso de misterio constante en algunas secciones. Adoro la manera en la que el autor ha traído una realidad paralela en la que los dioses son mándalas sedientos de sangre, y me gusta mucho el pequeño mensaje y la causa que te enseña a cómo algo tan sencillo como una mentira y una transcripción puede traer tanta desolación a la gente sin tú ser consciente.