Salà reconfortada del cine. También emocionada. Muy pocas veces he visto que los espectadores aplaudan al terminar una pelÃcula y anoche lo hicieron.
Me parece una maravilla, aunque no es pelÃcula para todo el mundo. Se requiere una sensibilidad muy especial para apreciarla. No quiero decir que los que la valoran negativamente tengan poca sensibilidad, sino que la suya no es acorde con ese nivel de conciencia y sentido de la vida.
Mostrar esa gran ciudad que es Tokio lejos de los tópicos que todos los occidentales tenemos sobre Japón y su capital es un gran acierto. Sin embargo, eso era Tokio en su fluir cotidiano. Lo digo con conocimiento de causa, porque he viajado en dos ocasiones a Japón.
La repetición de las rutinas cotidianas del protagonista son deliciosas. Cuando las ves, reconoces tus propias rutinas, entras en ellas, aunque sean diferentes a las de Hirayamasan. El sutil desvelamiento de su pasado también es un punto interesante. Queda casi todo en el misterio y da vuelos a la imaginación del espectador.
Las actuaciones son impecables. Transmiten en cada momento la emoción de los personajes.
La banda sonora, cómo olvidarla, es una exquisitez más de la estética de esta pelÃcula.
De todos modos, no es una pelÃcula al uso.
Es un tratado completo sobre la felicidad y el amor a la vida cotidiana.
¿Qué más se puede pedir?