Leí este libro en dos días porque la historia me atrapó. Pero, eso solo ocurrió porque me gustan las narrativas incómodas.
Este es un relato triste, donde se le da rienda suelta a la crueldad y la violencia contra una víctima indefensa. Aquí conocemos una voz que grita muy fuerte pero que nadie oye, alguien que estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado. Un mártir cuyo único delito fue existir.
La visceral, pero impecable, prosa de Ketchum transforman esta oscura exposición en una horrible, pero irresistible, experiencia. Lo más doloroso es descubrir que la libertad artísitca que se toma no acentúa, sino que diluye en perspectivas infantiles, la historia real que inspiró a este libro.
No apta para estómagos débiles, mentes impresionables o buenas personas.