Códice Castillo

Mala por donde se le vea. Los libretos son pésimos, las actuaciones malísimas, la dirección, las escenografías… ¡todo! Enrique de Martino (Colunga) de risa, no le sale el tono, no tiene personalidad, horrendo. Marlene Favela y su peluca de tres pesos falsa, falsa, falsa. La Andere sobreactuada, Inclán (actorazo), desperdiciado con un papel insulso. Los hijitos De Martino, inenarrables como malos actores, no se les cree nada. El niño y su problemática son dignos de un capítulo de la Rosa de Guadalupe. La corporación ridícula. Si quisieron emular a la cienciología, no les salió nada. Parecen maguitos de Harry Potter echando chisme. De risa… Bueno, ni siquiera eso, porque está aburridísima. Es más emocionante ver crecer el pasto. Nunca pensé decirlo, pero la única que se medio salva es Sofía Castro (Vicky), pero con tan malos libretos no se puede hacer mucho. Mención aparte es el tratamiento que se le da a la mujer, reforzando la obsoleta tradición de que la vida solo vale la pena con un hombre rico y poderoso al lado. ¿Quién autorizó que eso saliera al aire? De verdad, un churrazo más de el canal de las estrellas.

Manolo Caro sigue siendo fiel a su estilo chabacano y superficial. Preocupado más por el aspecto visual, no tiene la capacidad de hilar una historia coherente. Sigue valiéndose de actores que, él cree, le aportan taquilla, pero que no tienen el oficio ni el talento para encabezar un elenco, y para muestra está el caso de Alejandro Speitzer quien, junto a Isaac Hernández (orgullo para México en el escenario de la danza clásica a nivel mundial) son de lo peor que alguien ofrece en pantalla, y los ponen junto a una grande como Carmen Maura cuando no tienen los tamaños para darle ni siquiera una pequeña réplica. En ese sentido, la dirección de actores es patética y los pocos chispazos son mérito del propio elenco y ahí Speitzer y Hernández no dan ni una chispita. El guión es pobre y no se le encuentra justificación alguna. En el contexto del régimen franquista las situaciones son forzadas y los pretendidos nudos dramáticos alcanzan un clímax al que no se le halla ninguna justificación, como que Caro ya no supo qué hacer con el problema y lo solucionó de la peor manera posible: una balacera tan gratuita como el sexo entre Cecilia Suárez e Isaac Hernández, con la única pretensión del director por mostrar las nalgas y los músculos del bailarín. Y en esta cacerola de potaje terminan perdiéndose las actuaciones de Ester Expósito, Carlos Cuevas y Ernesto Alterio. Lástima.