Sin buscar segundas intenciones es una película que divierte.
Si escarbamos un poco, vamos a encontrarnos con una metáfora de la vida cotidiana y del estado del mundo actual.
Porque el meteorito al que no quieren que miremos, y nosotros tampoco queremos mirar, se llama mundo. Superpoblado, hambreado, empobrecido y con la mayoría de los recursos de valor en manos de unos pocos.
Una historia que se mete por la pantalla para hacerte ver lo que no mirás cuando ves la pantalla.