Lo mejor de la película se encuentra en su primer tramo. Utiliza trazos absurdos en la definición de personajes y situaciones, con el perro Peabody mostrando su genialidad y múltiples talentos que tanto le permiten licenciarse en Harvard como manejar la coctelera estilo Tom Cruise en “Cocktail”, tocar un riff de guitarra como Jimi Hendrix o lucirse interpretando flamenco