La novela es un viaje continuo de ida y vuelta a Manazuru y al pasado; en ambos se teje con lenta y solitaria parsimonia toda la bella historia. En mi caso como lector, acepté sin dudarlo el reto y con esta premisa y he estado viajando también con ella. Este libro tiene alma; si, el alma atormentada y solitaria de una mujer. Toda ella fluye en espíritu como un río entre el Japón genuino y el mundo mágico. Uno no sabe si es pura magia o pura esquizofrenia lo que define el mundo de la protagonista. Solo una cosa más: La experiencia de leerla ha merecido mucho la pena. Ha sido un maravilloso viaje. Con Kei he viajado a Japón, a su versión de Japón. He viajado al reino de la soledad donde habitan los seres atormentados. He viajado al fondo del alma de una mujer.