Llegar estremecido al final de un libro, casi sin aire, empujado todo el tiempo por la promesa de saber que pasó con ese niño llamado Salomón ahogado en el lago, ser mecido de un lado a otro por la corriente de la prosa, escuchando el sonido del movimiento; por momentos pensar que el fantasma del maestro Rulfo sigue escribiendo, contando con detalles tradiciones de pueblos que solo la buena literatura (que digo la buena, la mejor literatura) puede transmitir es gracias a Eduardo Halfon que escribió "Duelo". La cuarentena así es pan comido.