Una versión no puede competir con otra, ya que sería un total despropósito. Lo que dejó la versión de Pink Floyd es una huella imborrable y que marcó a generaciones de músicos y melómanos. La versión Redux de Waters no es magnánima en instrumentos ni ambiciosa, es mucho más personal e intimista pero no por ello es mala ni mucho menos. También pinta paisajes majestuosos con su aparente simplicidad y siguen siendo tan revisitables como el álbum del 73. La voz de Waters en gran parte del disco es como al de un abuelo que te cuenta los detalles de anécdotas que le marcaron, con desfachatez y con su propio sentido del humor. No sé si Waters hizo está reedición por ego o por una necesidad creativa (¿Serán ambas razones inseparables, caras de la misma moneda, la misma luna?) y creo que el resultado es bueno aunque insisto que no se puede comparar 2023 con 1973; la visión de un señor de 80 años con la de su yo de veinte y tantos años. Redux es al menos muy interesante.