Este fin de semana me dejó un libro leído y con él volví a mi infancia, a las historias de las mil y una noches de mi abuelo, a los baños en quebradas, a mis papeletas por el agua fría y las caminadas por trocha. Recordar a los abuelos que nunca te dijeron te amo, pero que te disfrutaron más que sus hijos, a comida poquita pero rica, al pesebre, a la navidad con ellos. Por otro lado a los que vivimos en pueblos y vivieron la injusticia de paramilitares y de la guerrilla ya no con miedo de hablar de ella sino con la impotencia de todo lo que dejaron y que ni con toda la diversidad de terapia que hay te podrás recuperar de tanto dolor...de niños y familias que no tendrían porque vivir este horror. Por los que perdieron personas por COVID, por los que aman y agradecen a cada campesino que hoy tu hayas comido, y que comerás mañana si Dios quiere y la virgen como ellos dicen, porque no conozco un campesino tibio en la fé o por lo menos a mi me tocaron los más creyentes. Si les resuena alguna de las anteriores; léanlo, les prometo lloraran, pero reiran rememorando la felicidad que conoces cuando has vivido con tus abuelos.