Este libro me hizo sentir muchas cosas. Mediante el vehículo de un protagonista algo simple y joven, nos llevan a seguirle a lo largo de un periodo de su vida, siendo partícipes de factores que lo mueven y de su fuero interno que lo hacen persistir, de algunas de sus pasiones, temores e inseguridades; pero también a como se vivía la tuberculosis hace 100 años, y a las patologías y posturas intelectuales de la época, parte de las cuales continúan vigentes.
Es un libro a ratos denso, más un maratón que una carrera corta y apasionada. Me gustó mucho, pero por su larga extensión difícilmente la volvería a leer.
¡Adiós, Hans Castorp!