Discutidas Bette Davis y Joan Crawford, en su ocaso tras el estrellato en el "Hollywood de oro", por su aparición en esta película de bajo presupuesto, no caben valoraciones más morales que estéticas. El tema no es la negación de la realidad de ambas estrellas que, en cierto modo, es discutible. La película que las junta es "¿Qué pasó con Baby Jane?", de 1962, tentadas y dirigidas por un gran profesional de Hollywood más que respetable: Robert Aldrich. Sí, película Clase B, pero no por eso dejó de ser una gran sorpresa en su momento y conjugó considerables valores estéticos en lo que podríamos llamar terror granguiñol, con su típica amoralidad en materia de crueldades más sugeridas que exhibidas. "Baby Jane" es hoy una obra maestra comparada con cualquier película slash, El filme de Aldrich (Ataque, Doce del patíbulo, El emperador del Norte, El beso mortal, La pandilla Grissom, El vuelo del Fénix, casi todas de bajo presupuesto y más que interesantes) trabaja un aire de pesadilla y onírico que no abunda. La escena final con Bette Davis bailando en la playa totalmente loca rodeada de curiosos transmite una tristeza profunda en cuanto al paso del tiempo y la demencia. Hay otra película de Aldrich con Bette Davis, menos lograda, sin Crawford pero con la suma de Olivia de Havilland: "Cálmate, dulce Carlota", de 1964. Aldrich intenta repetir el inesperado éxito de "Baby Jane" pero la película tiene tramos que no se sostienen dramáticamente. No obstante, ambas obras hablan no solo del paso del tiempo y de lo que el tiempo le hace al ser humano, sino de la codicia, la miseria moral, lo predatorio de los vínculos, la envidia, la hipocresía, la locura normalizada, la crueldad, todas conductas muy humanas, a punto tal que pasan desapercibidas y, a veces, son convocadas y aprobadas por mayorías para elegir un presidente de la nación con ese naturalizado grado de perversión. En algunos casos, se han comparado las últimas apariciones de Madonna con estos trabajos de Bette Davis, Joan Crawford y Olivia de Havilland. Pero lo de la estrella pop es otro asunto, otro nivel. Y eso se mide, en especial, por los resultados, a menudo impredecibles en el arte y el espectáculo aún para sus propios creadores, más que nada para sus propios creadores. Si lo de Madonna hoy hubiera configurado hechos innovadores y deslumbrantes se hablaría de una "nueva etapa" en la pop star. Hay viejos/as boludos, sí, claro, pero en general devienen de jóvenes boludos. Es más, diría que hay más jóvenes desubicados e inoportunos, realmente boludos, que ancianos con similares cualidades.