La colaboración entre James Blake y Lil Yachty se siente como si una nave nodriza fuera abandonando nuestra atmósfera en busca de vida en otros planetas.
Esa nave es el hip hop, que se aleja del mundo conocido de samples de discos viejos, sin irrespetar la tarea excelsa de arqueología hecha hasta ahora. Blake sigue pasos de gigantes como Brian Eno y Yachty hace lo que se le da la gana.
El resultado, una combinación de la arrogancia del británico y la anarquía del estadounidense, es un disco demasiado adelantado a su tiempo y a su vez, conocedor del pasado que productores como DJ Shadow han logrado cuando juntan la electrónica con el rap.
Mientras Blake ambienta, Yachty conduce la nave hacia adelante y lejos de la arcaica y análoga naturaleza del hip hop, abandonando el fraseo y la trova y recogiendo los platos rotos de la reciente tradición vocal urbana de Drake, al servicio de la meditación soñolienta producida por trap, lean y ambient.
Sin embargo, ‘Bad Cameo’ corre el gran peligro que aborda una obra tan abstracta y ambiciosa como ésta, y algunas críticas le hacen un aterrador dictamen al disco: que es tan fácil de olvidar, que es frustrante de oír. Nuevamente, como las obras recientes de arte - y las pasadas también-, ‘Bad Cameo’ peca por su hipermetropía sónica, una visión que ignora al usuario tradicional, al fan casual y se dedica a la minoría que lo entenderá, que lo amará, pero que jamás tendrá suficientes palabras ni argumentos ni fuerza para convertirlo en un nuevo clásico.
“Bad Cameo” es maravilloso, pero como casi todo lo maravilloso que aparece en la música, quizás haya llegado demasiado temprano a una fiesta que tomará 10 años más en empezar, si es que alguna vez lo hace.