No es una pelÃcula más. Es una pelÃcula admirable. Nos permite asomarnos, sin anestesia, a la tragedia de un niño/adolescente que queda cristalizado en ese trauma y lo marca toda su madurez y sus relaciones adultas. La actuación de Andrew Scott es una mezcla maravillosa de sutilezas y contundencia que nos imprime su angustia como muy pocos actores saben hacerlo. Recomendación: Verla solo, sin acompañantes. Verla por la noche, sin sueño.