Es la autobiografía más vaga y decepcionante que he leído y que probablemente leeré jamás. Supongo que a la editorial le bastaba con publicar en formato cuadernillo de catequesis esta pobre colección de chascarrillos nostálgicos para mimar a un autor estrella de su catálogo y para sugestionar a los ingenuos que creen comprar una obra extraordinaria por su completa racanearía.
“Un viernes por la noche, en La clave de Balbín, antes de sus debates brumosos entre el humo de los cigarrillos de los contertulios y la pipa del presentador, descubrí El cochecito de Marco Ferreri y me conmocionó.”
Para ser un crío tan cinéfilo poco jugo sacó de este hito de la televisión patria, pionero en su formato. Emitieron entre 1976 y 1985 408 debates con 2.708 invitados, precedidos por notables y no pocas excelentes películas - gracias a la guía del maestro Carlos Pumares - relacionadas con temas como la pena de muerte, las drogas, el aborto, la homosexualidad, la Iglesia, el Ejército, el Opus Dei, la Guerra Civil, o el más políticamente polémico sobre la OTAN (que provocaría el despido de Balbín) y con invitados de sorprendente relevancia como Truman Capote, Noam Chomsky, Olof Palme, Neil Armstrong, Mário Soares, J. K. Galbraith, Severo Ochoa, Bernard-Henri Lévy, Ian Gibson, Federica Montseny, Lidia Falcón, Ramón Tamames, Jordi Pujol, Santiago Carrillo, Julio Anguita… y no vayan a esperar que fundamente la conmoción.
Este entrañable homenaje familiar y humilde testimonio de esforzado literato hecho a si mismo, es prueba inequívoca de que para ganarse la vida este cineasta/escritor/conferenciante no necesita esforzarse mucho. Es lo que tiene ir por la vida de la mano de un hermano mayor con Oscar. Aunque por su omisión, parece que esta particularidad no influyó en su devenir como escritor tanto como los chismes que escuchó en el mercado de su barrio, el visionado de un programa cultureta de la tele en su tierna infancia o la lectura adolescente de sesudas novelas descatalogadas. Da lo mismo, todos sabemos que su “salto entre dos azoteas…” fue más bien un breve cruzar por una firme pasarela.
A otro perro con este huesito.