Reconozco ser un lector incondicional de Baroja. De hecho lo soy desde hace 50 años, muy joven, pero su prosa era el castellano que uno necesitaba para un aprendizaje correcto. Fue El árbol de la ciencia y Las memorias de un hombre de acción. Luego la trilogía La lucha por la vida y durante todos estos años hasta llegar a la novela que nos ocupa.