Excesiva, soez y absurdamente grandilocuente. Pretende, sin conseguirlo, crear una épica del Hollywood de la transición del silente al cine sonoro dorado. Pero se queda en pura fachada, diálogos sonrojantes, actores sobreactuados e histriónicos y una trama tan deshilachada y artificial que no invita a sumergirse en sus tres horas de metraje.