Platero y yo es una obra sobrevalorada y acartonada. Yo y Platero debería haberlo titulado el cultivador inteligente, que planta árboles en sus sonetos para que crezca el árbol del amor eterno. Sería interesante replantearse su lectura en las aulas. Esa florida adjetivación apesta al peor modernismo, al más vacío. Prefiero Platero y tú.