Jesús Sarabia Rabella

No habla, no dice, no ve. No se lo pierdan. Solo sientan sus susurros en manos y oídos. Probablemente el Nobel mejor concedido en el último par de lustros desde Kazuo Ishiguro.

En la vida leí antes algo semejante a esa oscilación entre belleza conmovedora y turbación. Jamás como ahora una transfiguración trágica me resultó tan poética y hermosa. Nunca la parte central de un libro me subyugó, embelesó y extasió al punto de la ensoñación de quedarme a vivir en ella. Si lo eterno en literatura tuviera marbete, este libro no lo desmerecería.

Para un lector de Proust, útil y complementario. Para quien desee serlo, necesario, imprescindible y seminal. Y para todos los demás, iluminador de la Belle Époque París-Londres con una perenne sonrisa y, cómo no, carcajadas. Todo ello, solo puede ser gracias a Julian Barnes

Bello. Hermoso. Y un punto inquietante. Lo suficiente para hacerlo más placenteramente sensorial.

"Fast read". Fórmula e ingredientes para obtener adicción rápida. Sensacionalista o buscando el "sensacionismo" de Pessoa. Pintona y resultona por los trucos -léase ropajes, complementos y maquillajes- que usa. Suena a cosa leída. ¿Este señor es acaso periodista? Y es que su abordaje resuena a ello. Unas décadas atrás hubiera pertenecido al 'nuevo periodismo' norteamericano; aunque sin pizca de humor y con moralina subliminal entre líneas. Unos siglos atrás, sin embargo, Goya ya lo había ilustrado con su "El sueño de la razón produce monstruos". Un día de lectura y no más. Otro ejemplo de la nueva narrativa "híbrida". Sin más. A ver cómo envejece...

En cualquier biblioteca, en absoluto sería extraño tenerlo cerca de 'La condición humana' de André Malraux. Bueno.