Wes Anderson se supera pelÃcula a pelÃcula. Ha conseguido mejorar la historia de Roald Dahl, que escrita es una maravilla. Pero con el toque Anderson, la que aparentemente pudiera parecer una obra de teatro aburrida, por el hieratismo de sus personajes, se convierte en una serie acelerada de acontecimientos concatenados, divididos en varias historias una dentro de la otra, como las muñecas rusas matrioskas. La puesta en escena, los actores y la música de fondo, son todos prodigiosos, y por supuesto, para que todo encaje como un reloj suizo, sólo Wes lo puede hacer. Una maravilla que se hace corta, y que dan ganas de verla numerosas veces. Wes, sin duda alguna, se ha convertido en un director con estilo propio, inconfundible, y que marcará historia en el cine.