Justo después de la pérdida de mi esposo, quien tenía 33 años y yo 31, no encontraba respuesta a muchas de las preguntas que me planteaba acerca de la muerte y de la vida, está por demás decir que perdí el sentido de mi existencia. Encontré este libro que fue publicado en el mismo año en que quedé viuda. Leerlo me dio mucha paz y tranquilidad.