¿Las salas de cine se extinguen? Con una sinceridad dolorosa, domingos atrás, un joven veinteañero rompió, de nuevo, mi corazón. Yo le invité al cine y el flaco de marras respondió ¿aún hay cines? Él es ingeniero en sistemas y yo un enamorado de esa oscuridad fascinante desarrollada en Francia, a fines del siglo XIX. En aquel momento, la negativa me molestó y, ahora, semanas después, me perturba. ¿Por qué? Tal vez sea ésta la quinta o cuarta vez en que soy el único cinéfilo en sala y, hace unas horas, pensé que, a lo mejor, contemplo los últimos destellos de un hábito que adquirí asistiendo, en mi infancia, a los ya desaparecidos cines de barrio, en mi Mérida natal. Toda esta melancolía la despertó, en gran medida, “In the Heigths”, musical de Lin-Manuel Miranda, dirigido por John N. Chu. Cuando ingresé a la sala desértica, imaginaba una versión tropical de “West Side Story” pero, en los primeros minutos, tanto los personajes como la música y coreografía me convencieron que estaba ante un género muy distinto, para el cual mis oídos no estaban del todo calificados. Miranda mezcló melodías, acentos y estilos en un musical que se propone ser un homenaje a la multiculturalidad de un barrio latino en Nueva York. En torno al protagonista y narrador Usnavi, se desarrollan dramas menudos: la abuela Claudia -de origen cubano- vive sus últimos días repitiendo a los nietos que ha adoptado que tengan “Paciencia y fe” ante la pobreza y el calor; un salón de belleza, en torno al que se ventilan todos los amoríos del barrio, tiene que reubicarse, una hija del empresario local abandona la universidad y una modista busca desesperadamente irse al centro de la meca del capitalismo mundial. Si bien estas líneas de la trama han sido abordadas hasta el cansancio, en “In the Heigths” el experimento que une lo estadunidense con las emigraciones hispanoamericanas dota de cierto interés a tanto lugar común. Sin embargo, cabe apuntar, que no se alcanza la precisión coreográfica de los grandes musicales de Broadway y ese romanticismo latino -manzana envenenada que nos ofreció José Martí con todas sus cursilerías hace más de una centuria- endulza y simplifica lo que pudo ser más profundamente humano. Las tragedias que conlleva la transformación de aquella colonia, la muerte de su matriarca y las consecuencias del racismo, apenas esbozado en “In the Heigths”, palidecen ante el color de las banderas y del carnaval de aquella comunidad idealizada por Miranda. En otras palabras, muy difícilmente esta película se transformará en un “Violinista en el tejado” para nuestros hermanos en USA; aunque, tengo la esperanza de que éste sea un precedente, en las pantallas de Hollywood, de un futuro y verdadero drama musical hispano en Nueva York.