La primera temporada merece estar en el archivo nacional. Es la muestra perfecta de cómo una buena idea y ejecución son más importantes que un presupuesto abultado. Ojalá el cine argentino aprendiera de ello. Sin embargo la segunda temporada se va al pasto con situaciones excesivamente inverosÃmiles que en muchos casos rozan el ridiculo. Si bien la serie bordeó esos lugares desde la primera temporada, el menor presupuesto de esta hacÃa que los simulacros fueras más contenidos, limitándose a situaciones domésticas que generan una mayor credibilidad empatÃa con el espectador. Totalmente diferente a la segunda donde el engaño pasa por ovnis, clones, vampiros y un sinfÃn de situaciones que se hacen muy difÃciles de creer.