Por qué mueren Blanca Díaz de Antoñona, desaparece o se da por muerto a su medroso amante, el ginecólogo Álvaro Urbina; y también muere, dulcemente quizás, Javier Ortiz de Zárate. Incluso mueren quemados los arruinados padrastros del asesino serial, mucho antes de que la trama desentrañe quién es el causante de las oprobiosas muertes? ¿Por qué este destino macabro si fueron ignorantes; aunque su ignorancia desolada creo parcialmente la bestia? Y qué se dice de la absoluta inculpabilidad de sus pequeños hijos.
Es indudable que hay atrocidades en las inculpaciones sociales y de estructura de clases aquí.
Eva García Sáenz de Urturi, la autora, prevé que en esas muertes se esconde un terrible conflicto al cual no le mete el diente, por lo menos no en el primer libro de la trilogía, que todavía no he leído toda.
Blanca muere de cáncer algo previsible para una madre que pierde trágicamente un hijo, en este caso, el trillizo criminal.
La trama criminal nada menos que de un ginecólogo, Urbina,al desentrañar al pelirrojo, desaparece de la trama.
Entonces ¿qué es lo que pasa con las tramas de Eva García Sáenz de Urturi?
¿Toda la carga moral que le cabe a aquellos padres apócrifos, criminales, no pasa a la piel del asesino serial? Es allí de dónde extrae la savia de su crueldad? Eva no agrega una gota sobre el asunto, no se sabe si porque Javier es inmensamente rico y perteneciente a una burguesía trasnochada.
Entonces, la trama es necesariamente trunca y tacaña pues otros componentes dramáticos no son puestos en escena, se hurtan y son pasto de una ausencia que García nos ha quedado debiendo.
¡Shakespeare no lo habría hecho así!