Un triste y empobrecedor espectáculo.
Su visionado y posterior análisis explica, en gran medida, la decadencia social y cultural sufrida por la sociedad argentina.
Su ideólogo, conductor, productor y alma mater, en un ambiente festivo-prostibular, personifica y fagocita las peores facetas del ser nacional.
Como esas anacrónicas vedettes caducadas que resisten su inexorable decrepitud a fuerza de egocentrismo, el show combina en partes iguales y tono revisteril mal gusto, misoginia, vulgaridad, chabacanerÃa y golpes bajos.
Entre gritos, groserÃas y estridencias, se apela a las emociones pulsionales de una audiencia permeable y resignada a un sino de oscura decadencia.