Plotino diría que este es un libro de “teúrgia” y, a la luz de la ciencia moderna, Aristóteles le daría la razón. El texto invita a un abordaje transdisciplinario para hacer “puente” entre las neurociencias y la llamada “filosofía perenne”. Su lectura profunda favorece –eso siento- una espiritualidad secular. Su desarrollo va en virtud del pensamiento crítico y la buena voluntad que le nace, y no de dogmas de fe. Es una maravilla que hoy, gracias al avance de la ciencia y la tecnología, podamos comprender mejor los “hilos” que nos mueven y masificar este nivel de entendimiento para aprender juntos a mover al “títere” que somos.
Lo que el texto plantea, en cuanto a la naturaleza humana, se viene confirmando cada vez más. Si realmente queremos organizar una respuesta homeostática que esté a la altura de los desafíos que enfrentamos, deberíamos considerar a “El Yo evolutivo” como “Libro de educación básica”. Nos estamos tardando, le diría a la UNESCO.
Rafael Yuste, ideólogo del proyecto BRAIN, plantea que "Entender la mente humana llevará al Renacimiento al cuadrado", bueno, pues a “El Yo evolutivo” lo aprecio como un manual de operación, un mapa-mental para organizar una migración civilizatoria, un "Renacimiento al cuadrado". Busco a otros que –por sentir- piensen lo mismo.