Sin intentarlo mucho, es fácil considerar que nuestro papel como sociedad se acabe trasladando y capilarizando de manera progresiva en todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo el bastión inexpugnable al que muchos nos aferrábamos del ‘that’s entertainment’ como vÃa de escape y refugio mental.
Spiderman profundiza de manera exagerada, para algunos pertinente, en reflejar como debemos sacrificar el individualismo en el que nos hemos apoltronado, para intentar dar un salto de fé, alejarnos de nuestro profundo egoÃsmo y luchar por poner nuestro granito de arena en aquellos que han acabado por convertirse en vÃctimas propiciatorias de nuestra deshumanizada sociedad.
El sacrificio que propone Spiderman toma la medida exacta de nosotros mismos, se sumerge menos en los porqués y va más al grano con respecto al compromiso, desarrollando finalmente una moraleja social, un ‘reset’ de cada uno de nosotros para volver a intentarlo, ya que gran parte de la premisa del guión abunda sobre la posibilidad de dar oportunidades, dar marcha atrás, reconciliarse, incluso con la propia franquicia en doble salto mortal, haciendo válida la expresión de que el fin justifica los medios.
Estamos en definitiva dentro del purgatorio social de la humanidad, antes que en un espectáculo de evasión, lo que convierte a Spiderman en el diván psicológico de todos nosotros, pero en una deriva de Marvel que parece estar cayendo como ya ocurrió con otras sagas o blockbusters, en lo más alejado al ideario llevado a cabo por un tal Cecil B de Mille, que se revolverÃa si acabara viendo en lo que se ha convertido el cine como pura diversión.