Frankelda es una declaración de amor. Amor a una forma de entender y hacer cine, en primer lugar, artesanal en toda la extensión de la palabra, pero también amor a la literatura, y sobre todo, amor a las historias, al acto de contarlas, escribirlas, leerlas y escucharlas. Historias que además rehuyen la moraleja esópica o la moralina tradicional, prefiriendo en cambio advertir sobre los peligros de querer cambiar para encajar, no enfrentar nuestros miedos o dejar morir nuestras pasiones. No hay lugar para finales felices en estas historias: como en las versiones originales de los cuentos recogidos por los Grimm, los protagonistas pagan con creces las consecuencias de sus actos o sus elecciones. A ello se le agregan números musicales que harán las delicias de los espectadores, interpretados por los mismos actores de voz que en algunos casos se lucen con registros lÃricos.
Combinando el formato de historias autoconclusivas enmarcadas en una trama general con una estética que parece salida del mundo de Guillermo del Toro pasado por el mejor Tim Burton, Sustos ocultos de Frankelda es una producción completamente artesanal que merece una segunda temporada. Un trabajo a pulmón en el que en cada fotograma se percibe el detallismo y la dedicación que le pusieron. Una conmovedora declaración de amor a la ficción como dadora de sentido de la existencia.