Maravilloso, libro que marcó una época, André Maurois fue muy impresionado por su lectura. El libro fue traducido a muchos idiomas y circuló como “samidatz” ocultamente en el Este de Europa, católico pero subyugado por el comunismo. Fue en esa forma que lo leyó el arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla. El día que asumió como pontífice, en 1978, quiso conocer al autor que fue a Roma como embajador especial del presidente Giscard D’Estaing para la ocasión, junto con Raimond Barre. Allí nació la amistad de Juan Pablo II con André Frossard, que duró hasta su muerte el 2.II.95 y que tantos frutos dio, entre ellos el primer libro entrevista a un Papa, titulado “N’ayez pas peur”.
Cuando André Frossard visitó Santiago y Valparaíso, en 1988, invitado por la Pontificia Universidad Católica de Chile, hubo dos oportunidades en qué, a requerimiento de los asistentes, haciendo gala del de un bello bien hablar, relató en detalle cómo fue ese momento crucial en su vida, cuando al entrar a una pequeña iglesia neogótica que existía en la Rue d’Ulm, siendo hasta entonces ateo, supo que Dios existía pues de súbito, viendo el ostensorio donde se exponía la hostia consagrada, lo encontró.