Romantiza de manera tóxica los conflictos familiares. La familia que hace daño, hace mucho daño, y genera traumas y enormes conflictos personales. No se solucionan de repente con una canción ni con una conversación.
La tiránica abuela que vive más pendiente de agradar a sus vecinos y dar una visión exterior de que la familia es perfecta, creo enormes conflictos internos entre sus hijos y nietos como: el repudio de uno de sus hijos, relegado al olvido y prohibiendo siquiera nombrarlo, generando en este personaje el abondono y soledad; en una de sus hijas ansiedad y problemas de estabilidad emocional que se manifiesta en su don, mostrando tormentas sobre su cabeza (perfecta metáfora de que vive atormentada); uno de sus yernos confiesa su complejo de inferioridad cuando contrajo matrimonio con una de las hijas Madrigal; y en sus nietas, la presión por ser perfectas, cargar con el peso familiar sin flaquear ni mostrar sentimientos, o el sentimiento de desprecio y rechazo de la abuela hacia la protagonista Maribel. Ni siquiera el más pequeño del clan se libra de la opresora abuela, que sufre pánico al tener que enfrentar la tradicional ceremonia familiar.
Y todo porque la señora no superó su viudedad, asà que enfoca la crianza de sus hijos y su futura progenie, en lugar de velar por la felicidad de estos, la orienta a las apariencias y el servicio hacia su comunidad para obtener fama y prestigio.
Pero es Disney: canciones, abrazos, y ninguno en la consulta de un psicólogo.
Fin